Cuestiones que además de crear un conflicto durante nuestro desplazamiento pueden hacer que la conducción sea más agresiva e insegura. Cualquier controversia entre acompañante y conductorpuede convertirse en la antesala de una distracción al volante. Frases como: ¡Por ahí, no es!, ¿no crees que vas muy rápido?, ¡mira por donde vas!, ¿puedes cambiar de música? pueden ser el inicio de una batalla campal dentro del vehículo y desencadenar una reacción desafortunada por parte del conductor o una desatención al volante con riesgo para él y para el resto de usuarios.
Según el estudio ‘Zen Driving’, tal y como se explica en el video, ha servido para demostrar como detrás de cada accidente hay un componente emocional incontrolado:
En dicho estudio, se ha medido el impacto real de las principales distracciones al volante y entre los factores que más afectan a esa alteración se encuentran: una conversación intensa por el móvil que incrementa el riesgo de sufrir un accidente en un 41%, un altercado con otro conductor en un 37% o una conversación tensa con su acompañante en un 26%. Además, se concreta que los conductores alterados multiplican por dos el número de multas de tráfico que reciben.
En las conclusiones del estudio también se establece un ‘ranking’ con los motivos de enfado, siendo los principales y por este orden, lo que más altera a los conductores: tener un vehículo por detrás muy pegado, las retenciones por imperativos del tráfico, la prisa por llegar a un destino, los vehículos que intentan colarse en una retención o en una incorporación, los que circulan a una velocidad que se considera lenta y los que no facilitan las incorporaciones o los cambios de carril.
Por tanto, la mejor opción al volante es ir atento y adaptarse a las situaciones que genera el tráfico para no perder el control del vehículo. De nada sirve exteriorizar nuestro estado emocional ante cualquier enfado o discusión. Además, como dice el dicho popular: dos no discuten si uno no quiere. Tú decides.